
*EL DEL DESCANSO
Después del trabajo se impone el descanso: esto en lo conceptual es universalmente aceptado. Esta cuestión humana nace desde remotos tiempos y hay un mandato bíblico que lo establece: hasta Dios después de la creación se lo impone. Así nació el sábado (sabbat = para descansar) y que hoy tiene su equivalente con el domingo.
Es así como el descanso ha tenido el carácter de sagrado. Pero incluye la cuestión social: tener un día dedicado al encuentro: de la familia, de los amigos; para el esparcimiento, para la recreación…
En lo conceptual, porque en los hechos hay otra cosa. Desde la Parroquia de Las Varillas, y otras, se hicieron ingentes esfuerzos, que cayeron en el vacío, para que se cumpliera inapelablemente con esto, porque los comercios, sobre todo, han convertido al domingo en un día laborable más. Pero no sólo los que venden requieren más tiempos para la oferta, sino que también muchos consumidores no han encontrado otro momento para satisfacer sus necesidades.
El perverso “el tiempo es oro” nos ha incorporado la tiranía de la producción constante y el discutible “hay que descansar bien para rendir más en el trabajo”.
¿No podríamos en cambio restablecer el “no al ocio”, es decir “lejos los ne(g)ocios” (Horacio, 65-8. a.C), porque estos perturban la sacralidad y la salud del reposo? Esto es: trabajar sí responsablemente cinco días, o cinco días y medio, para ganarnos el debido y merecido descanso. Sería hacer una inversión de lo que es causa sea efecto y lo que es efecto sea causa: no descansar para trabajar, sino trabajar para descansar.
El descanso es un derecho universal y el válido para todos los seres humanos, cualquiera sea su condición, como principalismo inherente a la esencia de la propia condición humana.
*EL DEL SEÑOR
Lo que sigue apunta particularmente a los que practican el culto católico –y a todos aquellos que son observadores de las manifestaciones religiosas-: los primeros por el compromiso que ello les significa; a los segundos, porque “nada de lo que es humano les es ajeno”.
Sí, porque el domingo es el día del Señor –dies Domenicus-, consagrado desde la primera Pascua para venerar a Dios.
Pero, ¿qué sucede? Que es precisamente en el día del Señor cuando los templos están menos tiempo abiertos a sus fieles. Al mediodía cierran: nada más que media jornada para el Señor en su día. Y si los fieles participaron, como opción, de la misa en el atardecer del sábado (que conforme con la tradición del Antiguo Testamento es cuando comienza el día) por no poder hacerlo el domingo por la mañana, es precisamente ese el único día en que no pueden hacer una visita al Santísimo.
Parece un contrasentido con lo expuesto en EL DEL DESCANSO.
Por supuesto que la intención no es hacer que se acumule una tarea más a las múltiples que ya tienen los párrocos. No obstante cabe decir que hay feligreses generosos y voluntariosos que rotativamente podrían hacer una guardia del templo un par de horas los domingos por la tarde, y así, quienes los deseen, honrar al Señor en su Día.