lunes, 8 de septiembre de 2008

SI NO SON NOVENTA… ¡QUÉ IMPORTA!

Fue presentado en Córdoba el segundo libro de Luis J. Valletto. Lo importante y para destacar, ha sido la actitud "filantrópica" de Luis, que esta vez, reiteró su gesto del anterior: pagó la edición y la entregó para la comercialización y su provecho a una entidad de bien público: Amigos del Bien de Las Varillas. El anterior, "Suyay Mapuche", fue para "La Luciérnaga " de Córdoba. Los fondos recaudados con su venta, quedan absolutamente disponibles para ambas instituciones.
Su hermano Oscar fue el encargado de realizar la presentación, quien dijo así: “En algunos círculos de Las Varillas, mientras en una importante masa de la población hay despreocupación, se plantea la manera de resolver la incógnita acerca de su fecha de nacimiento, que como no se ha encontrado acta de fundación, resulta desde un planteo positivista, incierta. Están los que aventureramente y concurriendo a algunos indicios, arriesgan, no ya como hipótesis sino como taxativa conclusión, alguna definición.
Sin embargo queda en la historia de la ciudad, la ruidosa celebración que se hiciera en 1950 del cincuentenario del pueblo y colonia, considerando como punto de partida el año 1900. En 1990 el Intendente Juan Pablo Rujinsky y la comunidad insisten de igual modo en festejar los 90, como el umbral al inminente centenario durante el 2.000. Y es allá entonces cuando acuña la frase ante quienes formularon objeciones: Si no son noventa… ¡Qué importa!
Frase que hace propia Luis Valletto, mi hermano, para titular el libro que hoy presenta.
El libro, este libro, es un acopio de vasta documentación, testimonios y opiniones acerca de nuestros orígenes. Pero, tal como aclara en el Portal, sin pretender fijar su propia postura. Un empecinamiento que alcanza para imprimir un volumen de casi doscientas páginas. ¿Y por qué tantas?, se puede preguntar el potencial lector. Y porque compulsivamente Luis Valletto se engancha con todo lo que pueda tener vínculo con su exposición, ya sea explícito, tangencial o hasta extraño. Y, además, realiza exégesis de todo cuanto toca.
Por eso desde el recorrido del camino central se desprenden muchísimos más, y hasta incontables senderos que se multifurcan. Abocarse a la lectura del minucioso y prolijo índice inicial, permitirá apreciar la exuberante miscelánea de estas páginas comprendidas en nada menos que veinte capítulos, en los que abundan las enumeraciones y los inventarios. Incluso, este índice brinda la posibilidad de leer siguiendo no necesariamente el orden numérico. A quienes ya cargamos unos cuantos años encima y estamos todavía dependiendo de la cultura del libro, encontraremos en éste información abundante sin tener que recurrir al Internet.
Una cosa sí le queda muy claro al autor y por eso asume postura: una celebración y su fiesta, con sus rituales y solemnidades y hasta con sus excesos, están por encima de todo bizantino devaneo cronológico.
Todo lo que palpa en los más diversos temas, lo hace en primera persona. Su experiencia personal y su visión lo trascienden todo. Por eso, aún en las distintas puntillosidades ninguna quedará ajena a su particular mirada. Se podrá decir que este libro adquiere el carácter de una autobiografía: quienes no conozcan a Luis Valletto y quieran saber quién es, mucho le ayudará aproximarse a ésta su obra. Hasta se remonta en ocasiones a su adolescencia, y el lector no prevenido quizás quiera encontrar que hay rencores en donde él quiso plasmar amores.
Su prosa es fácilmente reconocible por su carácter enfático. Sus párrafos parecen ser hechos para ser recitados desde una tribuna. No acepta, y lo manifiesta con vigor, que el cúmulo de adjetivación conspire en contra del buen estilo. Está persuadido de que el sustantivo solo, está desnudo y es pobre y no tiene sustancia suficiente para abarcar sus pensamiento, sus concepciones; por eso persevera en el reiterado recurso de la adjetivación, a tal punto que es un elemento que también hace al estilo de su prosa.
Y bien. Aquí está Si no son noventa… ¡Qué importa! No hemos querido pormenorizar acerca del contenido de estas páginas ni entrar, ya que ésta no es la oportunidad, en una hermenéutica. La intención ha sido despertar la ansiedad, o por qué no la curiosidad, de su lectura. Por eso con nuestras palabras nos hemos permitido solamente insinuaciones, porque las insinuaciones abren puertas, empujan; son el tobogán que nos desliza a la necesidad de la búsqueda.
Un libro debe hacer su propio camino, dice Borges; en ese recorrido está la demanda silenciosa de los lectores, que lo aprobarán, que lo discutirán, o lo rechazarán -lo que también es bueno porque es signo de que ha sido indagado-. Todo lo demás, las vidrieras, los resplandores efímeros, pomposos, son fuegos fatuos o frivolidades. El aplauso es bueno, justo, equitativo y saludable, cuando quien aplaude sabe por qué aplaude. Es esto, el aplauso que surgirá del análisis de la complacida y crítica lectura, el que esperamos para este libro.”
S.A.D.E. Y LAS VARILLAS
En ocasión de presentarse el libro Si no son noventa… ¡Qué importa!, de Luis J. Valletto en Córdoba, se dieron felicitaciones recíprocas por el encuentro que significaba de la Sociedad Argentina de escritores de aquella ciudad y de Las Varillas, gracias al Café Literario de ésta.
La oportunidad fue propicia para recordar que muchos años atrás, cuando fuera presidente de S.A.D.E. el Doctor Gilberto Molina (que tiempo antes fue además intendente de Córdoba), fue presentado el libro A mi pueblo con un grito de G.M.Z. Ediciones. En efecto, en octubre de 1978, a casi ya treinta años, se habían sumado en doble celebración en la Capital Provincial el Instituto Gustavo Martínez Zuviría que recordaba sus quince de vida y S.A.D.E. que hacía lo propio con sus cincuenta. Había sido aquél un acto hermoso que congregó a muchísima gente y con importantes figuras, entre las que se encontraba Don Artemio Arán, quien recitó su Canto a Las Varillas, llenando de emoción a todos. El Doctor Molina recordó que cuando era Intendente, había recibido del Escultor Cuello, el varíllense Cuellitto, numerosas piezas, algunas de las cuales se aprecian todavía hoy en Córdoba (por ejemplo el busto de H. Yrigoyen en la confluencia de Bvr. Illia y V. Sársfield).