martes, 6 de enero de 2009

Historia varillense: DE RECTIFICACIONES y RATIFICACIONES


No pocas veces las rectificaciones que se postulan como enmiendas de circunstancias de la historia, resultan remiendos desprolijos, sobre todo cuando no hay nada que componer; se postulan como soluciones para problemas que no existen, o con argucias de seudoplanteos que son disparates. Estos habilidosos yerros son presentados como aporías, pero con tan poca propiedad que como efecto del menor análisis alimentarán lo opuesto, las ratificaciones, que por su refulgencia tendrán el énfasis de la redundancia.

Así tenemos la cuestión del fundador de nuestra ciudad, que la tradición oral, que es palabra viva y anónima, como toda cosmogonía consagró como tal a Medardo Alvarez Luque. Pero intempestivamente esta tradición quiso ser objetada, violentando aquella construcción colectiva.

Nada más burdo que querer inventar una cosmogonía; además, declararle derecho de autor, un absurdo. Un revisionista y desatinado enfoque del pasado, prefabricó otra historia inconsistente, aunque los argumentos que se acumularon fueron más extensos que la propia historia de Las Varillas.

Mas, los que se sorprendieron con esta fantasía fueron hasta el fondo para indagar si en efecto en aquella tradición oral, colectiva, anónima, se enquistaba algún apenas intuido artificio, una inocentada.

Lo que sorprendió es que aquel intento de lúgubre rectificación fue el ingrediente para que la ratificación resplandeciera. Solamente un lector atentamente distraído puede querer obviar las siguientes referencias: 1.- La de 1918, de la autoría del Dr. Lorenzo Ortíz (¿contemporáneo de la tradición oral?), que con tono solemne señaló a Medardo Alvarez Luque como noble fundador de este pueblo; 2.- La del libro Las Varillas hacia el Siglo, de 1991, en el que está escrito para aventar cualquier intento de refutación: En ese mismo año (1946) muere el Dr. Medardo Alvarez Luque, considerado con justicia el fundador de este pueblo (el resaltado es nuestro), como se puede leer en su página 124, columna 2, renglones 5, 6, 7 y 8. Sentencia ejecutada como con desprecio de la intuición, para privilegiar la severidad de la intelectualización para evidenciar la verdad absoluta. Y nos abstenemos de enumerar todos los mojones que hay entre los dos extremos de este recorrido, y aún los posteriores para no fatigar a los lectores.


La pregunta insoslayable es: ¿Por qué se ha intentado rehusar la condición de fundador de Medardo Alvarez Luque? La contestación, no debe mezquinar la verdad: es evidente que pudieron haber componentes de su personalidad que causaran repugnancia al rectificador. ¿Cuáles? La respuesta sería, y tendría carácter de jesuítica, otra pregunta: ¿su condición política, su confesión religiosa? ¡Cómo si la eventual impronta política y la de la religiosidad fueran categorías condicionantes con o sin las cuales se pudiera ser o no ser fundador!


La puerta abierta para entrar y salir que es para el devenir varíllense Medardo Alvarez Luque, se ha querido cerrar con tranca y candado. ¿Los que compraron aquel urbanizado lote y atendieron dignamente aquel boliche de entonados cantares piamonteses y vendieron los espesos tintos espichados de oscuros barriles, son los patrones del inicio?


Admitida la compra incuestionable de aquel lote, ¿cómo es posible forzar este efecto con la negación de la causa, el vendedor? Esto así, la tranca y el candado son fantasiosos y lúgubres.


La puerta, Medardo Alvarez Luque, siempre estará abierta para ir y venir: ir hasta la primera colonización, la criolla, y de la cual formó parte; venir hasta la segunda colonización, a la cual facilitó el camino, la gringa. Aquel ayer es una realidad, no una apariencia; además, tiene como elemento necesario el futuro. Entonces no es posible un pase mágico que pueda excluir este componente del presente, nuestro hoy.


Hay quien se ha empeñado en minimizar a Medardo Alvarez Luque para convertirlo en una desteñida leyenda, un cuentito, y se lamenta que así no sea; hay quien, a pesar de los remedios que se ha automedicado, padece de una incicatrizable herida y no puede impedir que le duela la historia.