jueves, 13 de agosto de 2009

JUAN JOSÉ RIBONE – Más que un amigo un PADRE


Sin pasar por alto lo dolorosa que es su pérdida, gracias a esas extraordinarias paradojas que tienen por cimiento una fe religiosa, como la nuestra, es hoy más sublime aún la certeza, plena, de que Juan José está ahora más cerca que nunca de nosotros. Porque sabemos donde está: allí donde la Eternidad, que es Dios Padre, no tiene tiempo ni tampoco distancias. Por eso no pensamos en despedida sino en encuentro estrecho y definitivo.

Su personalidad sirve para poner en evidencia al cómo aquellas cuestiones humanas con entrañable vínculo con lo Divino, cual son las cosas del espíritu, sin embargo, se hacen concretas y palpables, vivenciándolas al nivel y en las profundidades de la piel.

Gracias al amor de y por Dios, nadie de cuantos que se le aproximaron pudo sustraerse de ser sacudido por su bondad. Su entusiasmo y siempre permanente como una condición de su estado de ánimo, la alegría con que supo llevar –y aún sobrellevar todo-, fueron un riego germinador y purificador. Y lo seguirá siendo in crescendo. Con solo su sonrisa, honesta y cándida hasta el extremo, realizaba el cotidiano y constante milagro de consolidar en sus propósitos las almas y voluntades de los buenos y de envalentonar las de aquellos más frágiles. Y cuánto más su palabra.

Por eso, en estos párrafos no tienen lugar las anécdotas, que no pocas veces sirven para que quien las acopia le sirvan como motor para decir de sí mismo. Dejamos que sus obras, que por su relevancia lo convirtieron en hombre público, a su pesar porque él nunca lo buscó ya que su modestia se sumaba a su rosario de virtudes, hablen por sí mismas. Pero sin lugar a dudas, todo en él estuvo signado por una indeleble impronta sacerdotal que empecinadamente vivió con intensidad desde su infancia. Su ministerio, su labor de docente, su amistad, su acción como hombre cofundador del Comipaz, fueron los regalos que por la Providencia gratuitamente nos entregó.

Institución ecuménica de diálogo interreligioso el ComiPaz, que está integrada por musulmanes, judíos, evangélicos y católicos, nació para decirnos a todos que el diálogo entre las personas, las instituciones, cualquiera sean sus naturalezas, es no solo posible sino óptimamente saludable. El Comipaz es un paradigma para la sociedad globalizada y tecnificada de nuestro tiempo. Sin renegar de las propias ideas, convicciones y creencias, podemos acercarnos si lo hacemos desde el principalismo del hombre. Como la Madre Teresa que no preguntaba al necesitado si tenía o no religión, o cuál era, sino que les hablaba, los abrazaba, los acariciaba. Por eso Juan José, hombre de Dios pudo entregarse por entero a los hombres. Por eso fue tan amado por todos. Aún por aquellos que algo distraídos recién ahora lo están encontrando.

La autoridad que más le reconoció la gente, no fue la posicional, la instituida –que por supuesto tuvo por su orden sagrado y la legitimación de su obispo-, sino la fundamental que conquistó con su bonhomía y por impulso de la Gracia.

El silencioso y solemne recogimiento que hemos vivido durante sus exequias en Córdoba, en El Arañado y en Las Varillas, lo logran solamente algunos pocos que no mueren; y esa es la prueba de que el Padre Juan José Ribone siempre estará vivo. Hasta los que nos creíamos que lo conocíamos mucho, hemos iniciado ahora un recorrido de redescubrimiento que nos permitirá dimensionar cada vez más su emblemática personalidad, que al ir abarcándola, nos servirá felizmente para crecer nosotros.

QQOQO acompaña con indisimulada congoja el doloroso trance que les toca vivir a su mamá, a sus hermanos, demás deudos, amigos y conocidos. Pero por contrapartida, porque sabemos en donde ya está Juan José, sentimos gozo porque ha cumplido con creces con Dios, con la vida, con los hombres. Por eso damos gracias porque hemos heredado un excelente modelo de entrega, y además, por habernos ganado, sin mérito nuestro, un generoso protector.